jueves, 21 de mayo de 2009



Todos los días, desde muy temprano, cuando apenas comienza a asomarse un rayo de luz, Jacinto en medio de ese helado rocío de madrugada, tomaba sus herramientas de trabajo, (rastrillo, azadón y barretón) y se dirigía al huerto que desde hace tantos años llevaba cultivando. Finalizaba febrero y la tierra ya estaba lista para ser trabajada: el arado había sido exitoso y las lluvias habían dejado listo el espacio para comenzar la siembra. Sin embargo, Jacinto era un campesino ya cansado y aburrido, y cada día, la labor de la siembra se le dificultaba más y más.
De pronto, estaba de rodillas; sabía que en algún momento llegaría el día en que podría volver a trabajar sin sentir el agotamiento del cuerpo e incluso de la vida. Mientras se erguía nuevamente sintió una leve comezón en su hombro derecho, y unos segundos más tarde, en su hombro izquierdo. Un dolor fuerte penetró sus huesos y su piel. ¿Qué extraña prominencia se vislumbraba por sus hombros? Ese punto blanco comenzó a crecer con rapidez y tras esto, Jacinto pudo darse cuenta de que unas alas oscuras empezaban a nacer por sus hombros. Sin reconocer la extrañez de la situación, el campesino sonrió y aquel fenómeno le pareció maravilloso. Las alas crecían lentamente y ya por el tamaño, Jacinto alcanzaba perfectamente a tocar. Olvidado del cansancio que había sentido un momento atrás, comenzó con su labor; animoso y hábil, este hombre tomaba el azadón y a cada paso iba sembrando un futuro alimento.
Una mosca se posó de repente en su hombro izquierdo: en ese momento Jacinto sostenía, en una mano el azadón, y en la otra la bolsa con las semillas. La mosca caminaba directo a su cara y no sabía como ahuyentarla sin detener su trabajo. Al moverse hacia un lado, una de sus alas también se movió y con la punta espantó a la horrible mosca. ¡Esto era maravilloso! Continuaba su trabajo y a pesar de la aparente interrupción del pequeño insecto, Jacinto no tuvo que hacer a un lado sus herramientas.
Al pasar de los días, las alas continuaban creciendo y Jacinto descubría cuántas cosas se facilitaban gracias a la repentina aparición. El tiempo estaba seco y las plantas necesitaban ya un baño de agua. ¿Y si las alas cumplieran también esa labor que cumplen en las aves? Tomó entonces la regadera en sus manos y comenzó a mover rápidamente las alas: su cuerpo fue elevándose y comenzó a moverse lentamente. Al comienzo fue difícil controlar el movimiento; Jacinto iba de un lado para otro y el agua iba callendo por doquier. Unos minutos más tarde todas las plantas tenían agua suficiente para continuar creciendo saludablemente.
Así, los días del campesino se hicieron más prácticos e incluso felices. Sus alas servían no sólo para ahuyentar moscas sino también para agilizar su trabajo. Su cuerpo ya no se cansaba, sí en cambio advertía la sensación de frescura y descanso. Pero las alas continuaban creciendo y cada vez era más complicado moverse, tanto en su casa como en el sembradío. Las alas pesaban y ahora eran éstas las que cansaban su cuerpo. Sentía por momentos el deseo de quitárselas pero era inútil: era como arrancarse un brazo, una pierna. Las plantas comenzaron a crecer y cuando Jacinto intentaba quitar de ellas la maleza, las hojas secas y demás, sus alas chocaban con alguna planta y la tumbaba antes de tiempo, haciendo con esto que la cosecha fuera disminuyendo. Se acercaba septiembre y llegó el momento en que la papa, el maíz y el fríjol ya estaban listos para cocinarse. Era el momento de recoger la siembra y disfrutar de ésta. El hombre se levantó muy temprano y dichoso con sus alas, a pesar de los recientes inconvenientes, quiso tomar uno por uno los frutos de su trabajo. Las alas eran tan grandes que incluso la noche anterior Jacinto había tenido que dormir por fuera, lo cual no le había permitido ver lo enormes que estaban ya sus alas. Cuando caminó hacia el huerto, las cercas que lo rodeaban se chocaron con las alas, impidiéndole así la entrada. Pasaron los días y Jacinto se debilitaba cada día más, ahora por el hambre, y ya desesperado hizo tanta fuera que las alas se doblegaron un poco y así logró al menos alcanzar unas cuantas mazorcas para alimentarse. Al salir, feliz por lo que había logrado tomar, caminó hacia la casa, pero en el corto tiempo en que Jacinto había logrado estar dentro del huerto, las alas habían crecido mucho más y el peso era tan fuerte que comenzó a tambalearse de un lado para el otro: el ala derecha parecía pesar más y de esta manera su cuerpo se inclinaba hacia un lado. Finalmente, el pequeño cuerpo de Jacinto no pudo sostenerse más y cayó boca abajo.
De cara contra el pasto, Jacinto no podía mover más que sus pies de arriba hacia abajo. Las dos mazorcas que había alcanzado a coger rodaron junto a él y ahí permanecieron hasta que tomaron un color oscuro, mohoso y un olor tan fuerte que ya ni siquiera las moscas se volvieron a acercar.

Nathalie De La Cuadra N.

Historia y producción de "Un Campesino Con Alas"



Jacinto salió de algún periódico de esta ciudad, de una noticia en la que el titular decía “Un campesino con alas”. Era uno de esos titulares que, sabemos, está por mostrar una de esas noticias extraordinarias que sólo pasan acá: alguien que vio un objeto extraño rodeando la casa, o de pronto una señora que creyó ver en la pared la figura de la virgen. La noticia se quedó sólo en el titular porque nunca se leyó completa, pero a raíz de ahí, Daniel Caicedo contó la idea y Mario Sandino le propuso hacer una animación que partiera de ese “Campesino con alas”.

Cuando estábamos en quinto semestre, en la clase de Cultura Digital de la Universidad Javeriana, quisimos hacer una animación cuadro a cuadro para el trabajo final y después de proponer diferentes ideas con Mario y Diana, quisimos crear la historia de Jacinto, el campesino con alas.

Primero, se escribió el cuento y luego se decidió la forma en la que se iba a narrar visualmente. Luego se hizo el desarrollo del personaje: diseño, vestuario, características etc. Después se hizo el guión técnico; la definición de las escenas-cómo se iban a hacer y los tiempos que durarían cada una-. se construyó la maqueta en la que iría toda la historia y finalmente comenzamos a contactar la gente que podría colaborarnos en todo lo relacionado con los equipos (luces, cámaras y grip), la música-la cual queríamos que fuera original-, la edición y la fotografía.

El domingo 18 de noviembre de 2007 iniciamos con la toma de las fotografías. Se montó el set y comenzamos a trabajar. Desde las 8:00am hasta las 3:00am del día siguiente, durante ocho días, se sacó cada fotografía: una foto, un movimiento, otra foto, otro movimiento. Para algunas escenas había ropa diferente y para esto se usaron tres muñecos. La maqueta la íbamos modificando a medida que iba avanzando la historia, al igual que las luces, dependiendo del efecto que se quisiera dar. Se usaron luces HMI, una cámara Nikon D80 y otra D70. Se hicieron efectos de “grúa” y “dolly” artesanales, como recursos narrativos.

El 26 de noviembre a las 6:00am se terminaron de tomar las fotografías y comenzó el trabajo de edición, por Javier De la Cuadra. En la edición se utilizaron efectos digitales como loops y algunos efectos para el sonido. Se le agregó la música original, hecha por Daniel Caicedo y finalmente se hicieron los subtítulos y créditos.

Después de comenzar como un trabajo para la clase de Cultura Digital, con la ayuda de mucha gente, terminó siendo un proyecto más ambicioso. Fue elegido para el Festival de Cine de Bogotá dentro de la muestra de animación y clasificó para el concurso “La otra mirada”, del canal Caracol.

Este año esperamos poder enviarlo a diferentes concursos en Europa como Shnit International Short Film Festival (Suiza), Interfilm 25th International Short Film Festival Berlín y Festival Silhouette 2009 París, Francia.

Julián Andrés Pacheco
Nathalie De la Cuadra

Detrás de Cámaras
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miércoles, 20 de mayo de 2009

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